Segundo a segundo las palabras “HAPPY BOY” resonaron en el cerebro de la Muñeca. Que totalmente abstraída en sus propios pensamientos se había quedado inmóvil, observando sin comprender como las mujeres expresaban felicidad en cada uno de los gestos de sus rostros. Súbitamente Brisa hizo reaccionar a la Muñeca sujetándola por los hombros mientras la sacudía fuertemente, “Despierta, despierta, que te quedaste pasmada”. Continue reading “HAPPY BOY (Parte III)”
HAPPY BOY (Parte II)
Después de que Elida obtuvo el trabajo, la dueña del lugar le asigno una habitación en su casa. La puerta de la habitación estaba construida con paletas de madera y se podía ver a través de ella el interior de la misma. El espacio era muy reducido, apenas si cabía un catre de metal con un viejo colchón de paja. La habitación era oscura y fría como una remembranza de lo que Elida llevaba adentro de su cuerpo.
HAPPY BOY (Parte I)
“La edad de las ilusiones”, es una frase muy apropiada para describir la fuerza de la juventud que se aglomera adentro de cada corazón que sueña con descubrir el mundo que le rodea. La sonrisa contagiosa que iluminaba el rostro de Elida mostraba cuan armoniosamente estaba complementada su juventud con su deseo de ser feliz. Elida siempre había sido una niña muy bonita. Tenía los ojos grandes color miel, su piel suave y tersa era blanca como las nubes del cielo, tenuemente bronceada por los rayos del sol que la acariciaban cada vez que paseaba por el campo. Sus cabellos rubios, lacios y largos, caían sobre sus hombros como cascada en primavera. Los labios de su boca reflejaban el color rojo de su sangre como una fresa recién cortada al amanecer.
HAPPY BOY….
Sentado sobre una mesa vacía, sosteniendo en mi mano derecha un bolsito lleno de monedas, con la mirada fija sobre la rockola de la única cantina que había en mi barrio. Pensaba en…, ¿Cuál sería la próxima canción que seleccionaría para escuchar? Mientras mi corazón se agitaba y la sangre de mis venas enardecía al compás de la música. Tenía aproximadamente nueve años y no conocía la palabra vergüenza. Así que sin importar lo que los borrachos dijeran, yo cantaba a todo pulmón siguiendo las notas musicales de la canción que sonaba en ese momento.
COLORES DE OTOÑO EN PRIMAVERA (PARTE XIII)
Probablemente hemos escuchado en alguna ocasión que el mundo es muy pequeño y como es redondo tarde o temprano volveremos a reencontrarnos con personas a las que no hemos visto en mucho tiempo por casualidad o coincidencias del destino. Alicia vivió en el mismo barrio que Eduardo, fue vecina de sus padres y muy amiga de la madre de Eduardo. Aunque Eduardo sabía que Alicia tenía una hija, nunca tuvo la oportunidad de conocerla, porque Alicia y su esposo vendieron su casa y se mudaron de ciudad meses después de que nació Nora. Sin embargo, Alicia se había mantenido en contacto con la madre de Eduardo, pero siempre llegaba sola cada vez que los visitaba. Aproximadamente, habían pasado más de cinco años desde la última vez que Eduardo vio a Alicia, por eso el asombro de Eduardo al reencontrarse con ella fue abrumante para él. Especialmente porque se trataba de la madre de Nora, que físicamente era idéntica a Ana y resultaba imposible que Alicia no lo supiera, porque la madre de Eduardo le había mandado fotos de su boda con Ana, después de que Ana murió.
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COLORES DE OTOÑO EN PRIMAVERA (PARTE VI)
Con paso lento y sin saber hacia dónde ir, Eduardo caminaba con la tristeza aprisionada dentro de su pecho. Sus pensamientos no coordinaban sus pasos ya que el sabía que no podía pedirle ayuda a ninguno de sus amigos. Sin embargo, su cerebro instintivamente comenzó a guiarlo hacia la casa de Susana. El camino era largo y las sombras de la noche comenzaron a aparecer por todos lados. Eduardo camino por cuatro horas hasta que sin darse cuenta estaba parado frente a la puerta de la casa de Susana. Quería tocar y pedir que le permitieran entrar, pero no se atrevió a hacerlo. Eduardo tenía miedo al rechazo por parte de Susana. También se sentía avergonzado por no tener nada que ofrecer. Sintiendo pena por si mismo, se dejó abatir por el sentimiento de impotencia que había arrastrado entre sus pies, desde que salió de la casa de sus padres como una pesada carga. Sintiendo que no tenía esperanza alguna de obtener la aprobación de sus padres para casarse con Ana, lentamente se fue deslizando sobre su espalda repesado en la puerta hasta quedarse dormido sobre el suelo abrazado a su mochila escolar.
COLORES DE OTOÑO EN PRIMAVERA (PARTE III)
Ana creció siendo el centro del universo en la vida de Susana. La niñez de Ana estuvo llena de diversión y amor. Susana se entregó por completo al cuidado de su nieta, proveyéndole todo lo que Ana necesitaba o deseaba, de tal forma que Ana desarrollo un carácter fuerte y en algunas ocasiones intransigente. Pero con un espíritu dulcemente alegre y un corazón benevolente.
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COLORES DE OTONO EN PRIMAVERA (PARTE II)
Con el rostro pálido, las piernas temblando y sujetando firmemente la silla de bebe, se encontraba Susana frente a las puertas del hospital cuando su amiga Irene llego a buscarla para llevarla de regreso a su apartamento. La trágica noticia del desplome del trencito estaba resonando en todos los medios de comunicación, mientras en el corazón de Susana retumbaba como una explosión de angustia y miedo por lo que le hubiera podido ocurrir a su familia.
Tratando de calmar la visible preocupación de Susana, Irene le hablo con voz apacible, “No te angusties anticipadamente. Iremos al lugar del accidente. Tú te quedaras esperando en el carro, mientras yo busco a tu familia. Ya verás que ellos están bien, las noticias siempre exageran los acontecimientos.”
LA ALONDRA DE ORIENTE. ( XVI – Final)
El viento frio de la mañana se movía suavemente en todas direcciones abrazando el cuerpo de alondra, que se estremecía al sentir el contacto del viento con su piel, provocándole escalofríos. El canto de los pájaros se escuchaba en el ambiente y los primeros rayos del sol golpearon el rostro de Alondra lastimando sus ojos cerrados; obligándola a abrir sus parpados adormecidos entre pequeñas gotitas de agua salada que aún permanecían entre sus ojos después de haber derramado muchas lágrimas.
LA ALONDRA DE ORIENTE. (Parte XII)
Después de escuchar lo que Alondra dijo, Manuel se puso de pie, agarro su sombrero y se fue de la casa. Hilda se aproximó hacia Alondra y la abrazo preguntándole, “¿Que dice Saul acerca de tu embarazo?”
Con la voz temblando por el nerviosismo que sentía, Alondra respondió pausadamente, “Esta feliz, quiere que nos casemos, quiere rentar una casa, quiere que nos vallamos a vivir cerca de sus padres. Yo no estoy de acuerdo con la casa que quiere rentar, porque está muy cerca de la casa del Sombrerón y ese lugar no me gusta.”