“La edad de las ilusiones”, es una frase muy apropiada para describir la fuerza de la juventud que se aglomera adentro de cada corazón que sueña con descubrir el mundo que le rodea. La sonrisa contagiosa que iluminaba el rostro de Elida mostraba cuan armoniosamente estaba complementada su juventud con su deseo de ser feliz. Elida siempre había sido una niña muy bonita. Tenía los ojos grandes color miel, su piel suave y tersa era blanca como las nubes del cielo, tenuemente bronceada por los rayos del sol que la acariciaban cada vez que paseaba por el campo. Sus cabellos rubios, lacios y largos, caían sobre sus hombros como cascada en primavera. Los labios de su boca reflejaban el color rojo de su sangre como una fresa recién cortada al amanecer.
Ya habían transcurrido 5 años desde que Elida dejo el campo para mudarse a vivir con su hermana Rosa, quien se había casado con Jacobo, el amor de su vida. A quien había conocido en la escuela del pueblo y con quien había compartido desde el segundo año de primaria. Diez años tenía Elida cuando la madre de ambas falleció a causa de cáncer y al poco tiempo su padre se volvió a casar. La madrastra de Elida resulto ser una mujer demasiado ruda y de malos sentimientos. Frecuentemente buscaba motivos para maltratar a la pequeña Elida al grado de ocasionarle daño físico, sin que el padre de la pequeña la defendiera. Por lo cual Rosa se la llevo a vivir con ella y su esposo.
A Jacobo le resulto indiferente que Elida se fuera a vivir con ellos. Durante los cinco años que Elida tenía viviendo con ellos, el ambiente hogareño había sido muy agradable y feliz; donde la pequeña Elida había disfrutado de comprensión y cariño. Jacobo siempre había sido muy amable y cordial con Elida, aunque pocas veces conversaba con ella, en algunas ocasiones le había ayudado a realizar las tareas de la escuela. Pero el inexorable paso del tiempo había hecho su trabajo. Y al cumplir quince años Elida se convirtió en una hermosa jovencita, con una singular belleza que comenzó a turbar la mente de Jacobo, enardeciendo sus sentidos cada vez que la tenía cerca. Así Jacobo comenzó a buscar cualquier pretexto para estar más tiempo a solas con ella.
A veces las circunstancias de la vida colocan escenarios perfectamente acoplados sobre los cuales emergen los sentimientos más negativos, acompañados de pensamientos perversos, lascivos, capaces de emerger acciones deplorables en los mejores y más buenos seres humanos. Como si en las páginas del libro de la vida se escribieran los destinos de las personas con tinta-sangre a través de la mano del mismísimo demonio. Así fue como una noche de invierno, mientras la lluvia caía copiosamente sobre todas las casas del pueblo, que Rosa se enfermó con Gripe y fiebre alta.
Envuelta en una cobija y sufriendo de escalofríos, Rosa le pidió a Jacobo que le prepara un té medicinal que le ayudara a relajarse. Jacobo le llevo el té junto unas pastillas que le ayudarían a dormir mejor. Rosa se tomó la medicina, sabiendo que la haría sentirse mejor. Casi inmediatamente la medicina hizo su efecto, provocándole un sueño profundo. Aprovechando que su esposa estaba profundamente dormida y que la lluvia se había convertido en ruidosa tormenta, Jacobo fue en busca de Elida.
La encontró en su habitación haciendo las tareas escolares. Cuando Elida lo vio entrando a su habitación, le sonrió y le pregunto, ¿Se siente mejor mi hermana? Jacobo no le respondió. Ya que tenía la mirada enrojecida de éxtasis y la boca jadeante por el deseo. Bruscamente arrojo los cuadernos de Elida al suelo, mientras la comenzaba a desnudar con violencia. Elida grito y suplico, pero Jacobo no se detuvo hasta que la ultrajo con sadismo perverso.
Jacobo se quedó en la habitación de Elida casi toda la noche, hasta que su instinto animal quedo totalmente saciado. Ya no estaba lloviendo cuando Jacobo salió de la habitación de Elida. La luz del nuevo día no trajo ninguna calma al acongojado corazón de la jovencita. Con el cuerpo adolorido y su autoestima destruida Elida fue en busca de su hermana. Con la voz cortada entre lágrimas le conto todo lo ocurrido a Rosa. Cuando Rosa escucho las palabras de Elida, se puso furiosa. Con actitud enloquecida sujeto fuertemente a Elida y la golpeo repetidas veces en la cara. Luego la arrojo al suelo gritándole que Jacobo jamás haría nada que la pudiera lastimar.
Rosa le gritaba, “MENTIROSA” a Elida, mientras la sujetaba fuertemente por los cabeos. Seguidamente la comenzó a arrastrar por toda la casa hasta que la saco a la calle. Antes de cerrar la puerta de su casa, Rosa le lanzo un escupitajo a su hermana Elida diciéndole “ROBA MARIDOS”.
Ultrajada, con sangre en sus ropas, con dolor devastador en el alma y el cuerpo, Elida estaba en plena calle, sobre el suelo humedecido por la lluvia de la noche anterior. Con lágrimas amargas recorriendo sus mejillas, se puso de pie ante las miradas inescrupulosas de algunas personas que la acusaban haciendo conjeturas sobre lo ocurrido; sin darle ningún tipo de ayuda. Al no tener ningún lugar hacia dónde dirigirse, Elida comenzó a deambular por las calles. Sus pasos sin rumbo la llevaron al otro lado del pueblo. Sin saber exactamente lo que hacía, se detuvo frente a un gran rotulo que tenía escrito, “Se solicita muchacha para hacer limpieza”. secándose el llanto con la manga rota de su vestido, Elida entro al lugar para solicitar el trabajo.
La dueña del lugar, una mujer robusta, baja de estatura, de piel blanca, pelo negro recortado al estilo militar; la observo de pies a cabeza por algunos segundos. Seguidamente, sin preguntarle nada le dijo, “EL TRABAJO ES TUYO”.
CONTINUARA…
EMOTIONS AND PAPER STRIPS 
Leave a Reply