LAS GALLINAS DE PEPE IX (Parte Final)

Después de saltar a través de la ventana y caer sobre la cama antigua, la figura de yeso quebrada en pedazos que estaba allí se cayó al suelo y se terminó de quebrar totalmente. Rápidamente recogí los pedazos y se los lancé a los hermanos de Pepe que se habían convertidos en gallinas cuando ellos saltaron hacia adentro de la pequeña capilla.  Las gallinas cacareaban adoloridas al sentir los golpes de las piedras.  Entonces yo corrí hacia la salida y sujeté fuertemente una cortina de las que colgaban a un lado de las escaleras arrancándola de la pared. 

Las gallinas estaban furiosas debido a que no podían lastimarme y las tres se abalanzaron sobre mí al mismo tiempo.  Entonces lancé la cortina sobre de ellas y las envolví por completo.  Luego baje las escaleras hacia donde estaba la baranda de hierro llevando conmigo a las gallinas envueltas en la cortina y desde allí las arroje hacia el comedor.  La cortina con las gallinas cayó directamente sobre la mesa.  Las gallinas al golpearse con la mesa comenzaron a aletear fuertemente y se liberaron de la cortina, pero con su aleteo tiraban el maíz dorado en todas direcciones.  Los jóvenes abrían sus bocas para atrapar el maíz.  Algunos de ellos lo lograron y al comerse el maíz recuperaron el movimiento de sus cuerpos.  Inmediatamente se levantaron de las sillas para darles de comer maíz a todos los jóvenes.  Entonces comenzaron a caminar persiguiendo a las tres gallinas que seguían aleteando por todos lados.  Yo seguí corriendo por las gradas.  Cuando llegue al comedor los jóvenes ya habían atrapado a las gallinas y les estaban arrancando las plumas.  De repente frente a mí, les cortaron la cabeza de una mordida.  Con sus bocas escurriendo sangre continuaron arrancando plumas mientras se comían a mordidas a las gallinas que ya sin cabeza aún se movían.

Carlos se acercó a mi para decirme que se comerían a todos los hermanos de Pepe a mordidas si los encontraban convertidos en gallinas o los cortarían en pedazos si los encontraban como hombres para luego ponerlos a secar al sol y comérselos poco a poco.

Yo mire a Carlos directamente a los ojos y le pregunte, “¿Para eso querían ustedes ser libres? ¿Para devolver violencia por violencia?  Tú me dijiste que ustedes aun no eran como Pepe y sus hermanos. ¡Entonces demuéstralo!  Cambien su destino a través de hacer mejores elecciones.  Ustedes mismos son los que deciden como vivir y como cambiar sus actitudes.  Por favor, no se conviertan en una copia fiel de lo que Pepe es.  Yo sé que ustedes quieren vengarse, pero mejor es buscar justicia.  Atrapen a Pepe y sus hermanos para evitar que sigan haciendo daño.  Ustedes no se contaminen con odio y sed de venganza, porque sus corazones aun laten fuertes dentro de sus cuerpos y pueden crear un mundo diferente a su alrededor.

Por unos segundos Carlos no dijo nada.  Luego agacho la cabeza y me respondió, “Tu dijiste que tenías que irte porque no quieres que tu familia se vaya sin ti.  Vete, que nosotros nos encargaremos de Pepe y sus hermanos.  Trataremos de atraparlos sin quitarles la vida y luego los encerraremos en alguna habitación de este lugar donde no haya ventanas para que no puedan escapar.”

“Si, me tengo que ir”, le respondí, “Pero tengo una idea.  Antes de irme vamos hacia arriba donde están las cuatro puertas de frente a la baranda de hierro.  Allí buscaremos en cuál de las habitaciones Pepe tiene los corazones de todos ellos.”

Carlos se sonrió y con ello comprendí que estaba de acuerdo.  Entonces comenzamos a correr hacia el piso de arriba.  Los demás jóvenes se fueron en diferentes direcciones en busca de Pepe y sus hermanos.  Cuando llegamos a donde estaban las cuatro puertas, yo le dije a Carlos, “Aquella puerta no es, porque allí adentro fue donde encontré a tu mamá.  Y esta puerta es por donde acabamos de subir.  Ya sabemos que nos lleva al comedor.  Entonces las dos puertas que faltan por abrir.  Las abriremos al mismo tiempo, pero no entraremos para no quedar atrapados en las habitaciones.  Desde afuera buscaremos con la mirada los corazones.  El que los encuentre grita.”

Al abrir la puerta que estaba frente a mí, lo que mis ojos encontraron fue un cuarto lleno de tiras de carne humana colgando de lazos que atravesaban las paredes y quedaban de frente a una ventana grandísima por donde eran expuestas al sol durante el día.  En toda la orilla de la habitación estaban tiradas muchas cabezas casi disecadas por los rayos del sol y en un extremo de la habitación estaba el cuerpo de un hombre sin cabeza colgando de una viga de madera sujetado por los pies con una cuerda y escurriendo sangre por varias heridas en forma vertical que le habían realizado para sacarle la sangre.

Yo quede paralizado por la impresión de lo que veía y reaccione cuando Carlos grito, “Aquí están los corazones.” Entonces cerré la puerta y me dirigí hacia donde Carlos estaba.

Al llegar ambos entramos a la habitación y en el centro estaba flotando en el aire el corazón de vidrio conteniendo los corazones de Pepe y sus hermanos.  En ese instante la puerta se abrió otra vez y Pepe con cuatro de sus hermanos entraron.  Sus ojos estaban desorbitados, sus bocas abiertas mostrando sus dientes afilados y amarillentos, la expresión de sus rostros era de furia y sus ojos destellaban locura.

Súbitamente Carlos me sujeto por la cintura y me lanzo hacia el corazón de vidrio.  Al tenerlo a mi alcance lo agarre con fuerza y lo empuje fuertemente hacia el piso.  Donde Carlos lo recibió dándole una fuerte patada que lo estrello contra una de las paredes, quebrándose instantáneamente.  Pepe y sus hermanos atraparon a Carlos y comenzaron a golpearlo al mismo tiempo que los corazones caían al suelo convirtiéndose en polvo.

Al convertirse los corazones en polvo, Pepe y sus hermanos comenzaron a convertirse en gallinas.  Carlos se quedó tirado en el suelo, estaba golpeado, pero sin embargo me dijo salta por la ventana y vete.  Pepe y sus hermanos ya nunca más volverán a ser personas. 

Entonces yo salí por la ventana y comencé a descender caminando sobre los ladrillos que sobresalían de las paredes del castillo. Las gallinas también salieron volando por la ventana y me perseguían.  Yo al llegar al suelo, comencé a correr muy de prisa hasta llegar al puente viejo que atravesaba el rio.  Sin detenerme agarré la mitad de la vela que tenía en la bolsa de mi pantalón, la encendí con los fósforos y cada vez que podía la acercaba a las cuerdas que sujetaban la madera del puente. Como el puente era viejo rápidamente las cuerdas se prendían en fuego.   Así continúe corriendo y después de pasar por el puente llegue al camino que me llevaba de regreso al pueblo.  En ningún momento mire hacia atrás, pero la luz que ilumino el camino me indico que todo el puente se estaba quemando.  Además, claramente podía escuchar el cacarear de las gallinas que seguían detrás de mí.

Cuando llegue a la casa de doña Lola ya estaba amaneciendo, la puerta del patio trasero estaba abierta.  Así que no tuve ningún problema de entrar a la casa ni al cuarto donde mi hermana, su esposo y mi sobrinita ya tenían todo empacado para regresar a casa.  Cuando mi hermana me vio, me pregunto, “¿Dónde estabas?”  Yo le respondí que me había levantado temprano porque necesitaba ir al baño.

Después de eso no dijo nada.  Agarramos nuestras maletas.  Nos fuimos a la parada del bus.  Allí estábamos cuando escuché la risa burlona de doña Lola que dijo, “Voz muchacha, aquí están las dos gallinas que pediste, te las traje metidas en este costal de manta.  No te ibas a ir sin llevarlas con voz.  Además, ya están pagadas y escogí las más gordas para que alimentes bien al huesudo de tu hermano.” Después de eso se rio otra vez burlonamente y se fue.

Pocos minutos después el bus llego, mi hermana me dijo, “Voz te encargas de llevar las gallinas y no las vallas a vomitar, las pones sobre tus piernas para que no se escapen.”

Mientras el bus avanzaba yo mire hacia atrás, pensando en Carlos y los otros jóvenes.  Realmente deseaba que ellos estuvieran bien.  También pensé que Pepe y sus hermanos convertidos en gallinas no podrían hacerle daño a nadie más.  Debido al cansancio y a la aventura vivida la noche anterior me quede dormido, hasta que mi hermana me comenzó a despertar, “Hey, esas gallinas de van a morir asfixiadas porque no les has abierto ni siguiera un poco el saco de manta para que respiren.”

Yo aun adormitado comencé a desamarrar el saco de manta para que las gallinas respiraran cuando abruptamente el gallo de cuello Pelón y ojos desorbitados saco la cabeza con fuerza tratando de picotearme los ojos.  Yo lo sujete fuertemente del cuello y sin soltar el saco de manta a pesar de que la otra gallina también comenzó a aletear dentro el saco, las avente por la ventana del bus que estaba abierta.  Desde el bus observe como Pepe y uno de sus hermanos rodaban por el suelo debido a la fuerza con que los arroje del bus.  Mientras mi hermana me sentaba de regreso en mi lugar fuertemente jalado de los pelos, “¡Pero que bruto eres! ¿Por qué tiraste las gallinas por la ventana?  Al llegar a la casa vas a estar castigado y por una semana te voy a dar de comer puros frijoles.”  

Yo no respondí nada.  Solamente me repetí a mí mismo, “Mejor es comer frijoles, porque cuando comes carne no sabes que es lo que estas comiendo.”

Y ustedes, ¿Saben que carne comen? ¿Cuándo comen gallina?… 

Fin.

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