LAS GALLINAS DE PEPE (Parte II)

Yo continuaba soñando despierto con las aventuras que podría experimentar al explorar los alrededores del rio, cuando sorpresivamente el bus freno de forma abrupta impulsándome hacia adelante mientras mi cabeza golpeaba el sillón de enfrente.  Mi hermana se rio por lo ocurrido y luego dijo, “Que bueno que te hayas despertado con un golpe, eso te pasa por andar vomitando cada vez que salimos de viaje”.   Luego comenzó a caminar buscando la salida del bus, cargando en sus brazos a mi sobrina mientras yo caminaba detrás de ella, porque ya habíamos llegado a donde nos teníamos que bajar. 

              Casi instantáneamente después de bajar del bus mi hermana comenzó a darme una serie de instrucciones, “Nos vamos a hospedar en una casa pequeña donde estamos rentando un cuarto.  El agua es bien fría y lo primero que vas a hacer es bañarte porque apestas a vomito.  No quiero quejas ni llanto a causa de la temperatura del agua.  No conocemos a nadie en este pueblo, no quiero que vayas a salir a la calle.  Y no quiero que vayas a estar hablando con nadie porque siempre terminas hablando hasta con los perros y contándoles todo lo que nos pasa”.

               Yo no decía nada, solo seguía caminando detrás de ella.  Cuando llegamos a la casa donde nos íbamos a hospedar fuimos recibidos por doña Lola, una señora de complexión robusta, cara redonda, pelo negro corto y muy mal peinado, sus dientes eran amarillentos y la sonrisa de sus labios una mueca burlona.  Desde el primer instante que entre a la casa un escalofrío invadió mi cuerpo, el ambiente era húmedo, frio y había un extraño olor en el ambiente como a flores descompuestas. 

Doña Lola nos enseñó nuestro cuarto mientras le explicaba a mi hermana, “Voz muchacha, tu esposo está trabajando, pero dijo que regresaba hoy como a las seis de la tarde, yo les voy a preparar la cena y dijo que lo esperen aquí hasta que el venga.” 

La habitación no tenía ventanas y no entraba mucha luz estaba casi a oscuras, por lo que la humedad y el frio en el interior eran muy fuertes.  No había muchos muebles solo una cama, un sillón, un catre, dos sillas y una mesita en el centro con cuatro velas grandes para que las encendiéramos en la noche porque los apagones de luz eran frecuentes.  Doña Lola me miro de pies a cabeza, sus ojos penetraron mis sentimientos haciéndome sentir vergüenza por mis ropas manchadas de vomito, luego con su cara tosca y su sonrisa burlona me dijo, “Voz patojo, te deberías bañar en la pila.  No vallas a ir a bañarte al rio y quédate encerrado de noche porque “La Llorona” siempre está cerca”, luego se rio de una forma sarcástica y agrego, “Ya me voy Voz muchacha, porque estoy preparando la cena”.

                Cuando doña Lola se fue, yo le dije a mi hermana, “Yo no me voy a bañar en la pila, aquí debe haber una ducha para bañarse, además doña Lola me cae mal”.

                “Lo que pasa es que no te quieres bañar, pero aquí no vas a dormir apestosos a vomito”, respondió mi hermana.

                Yo busqué en mi maleta ropa limpia y fui en busca del cuarto de baño, mientras mi mente se llenaba de pensamientos, porque todavía no era medio día.  Por eso las palabras de doña Lola despertaron mi curiosidad y pensé, “¿Quién prepara la cena antes de cocinar el almuerzo?”.  Mientras caminaba observe que doña Lola salía de un cuarto que parecía ser la cocina de la casa y sin pensarlo me fui detrás de ella siguiéndola. 

Doña Lola se percató de mi presencia, pero no dijo nada, simplemente siguió caminando hacia el patio de la casa; donde estaba una enorme pila construida de cemento, completamente llena de agua con dos lavanderos ubicados uno a cada lado.  Doña Lola llevaba una olla grande que sujetaba con su brazo izquierdo apretándola contra su cuerpo y un colador de jugos en su mano derecha.    El Patio de la casa era grande y había varios árboles de mango, el viento soplaba, pero el ambiente fuera de la casa estaba caliente lo cual contrastaba grandemente con lo frio y húmedo del cuarto donde nos estábamos hospedando. 

Por un momento observe hacia todos lados y no había nadie más, así que repentinamente cambie de opinión y quitándome la ropa agarre una palangana y me comencé a bañar con el agua fría de la pila.  Sin decir ni una palabra me repetía a mí mismo, “Vamos Luis, el agua no está fría es solo tu imaginación, además eres un guerrero (Cada vez que tengo que hacer algo que me resulta muy difícil de realizar me repito a mí mismo que soy un guerrero, costumbre que adopte desde muy niño y aún conservo)”. 

Mi intensión al bañarme con el agua de la pila era únicamente satisfacer mi curiosidad y poder observar todo lo que doña Lola hacía.  Lo cual no resulto muy gratificante porque doña Lola comenzó a utilizar una especie de molcajete para machacar los frijoles negros que estaban cosidos dentro de la olla que en ese momento estaba colocada sobre uno de los lavaderos de la pila.  Luego utilizando una cuchara grande doña Lola los pasaba por el colador de jugos para separar la cascara de los frijoles.  Yo estaba fascinado, era la primera vez que veía a alguien moler frijoles de una manera tan rudimentaria y sin utilizar una licuadora.

Doña Lola entonces movió su cabeza y me miro por debajo de su hombro y dijo, “Voz patojo, sos muy curioso”, mientras se rascaba la cabeza y extraía con sus uñas sucias unos piojos grandes que coloco dentro de la olla de frijoles.  Luego con esa mueca grotesca en su boca me enseño sus dientes amarillentos riéndose a carcajadas, “No te preocupes hoy en la cena no les voy a dar frijoles para comer a ustedes.  En la cena van a comer Gallina.  Los frijoles se los voy a dar de comer en el desayuno de mañana cuando el condimento especial de mi cabeza les haya dado un buen sabor.”

Seguidamente doña Lola se acercó a mí y levantando su mano derecha me apunto con la cuchara grande que estaba sujetando y me grito, “La gallina que se van a comer esta noche es una gallina gorda que me vendió mi amigo Pepe, que nada tiene que ver con lo flacucho y huesudo que estas voz”. 

Al escuchar los gritos de doña Lola, mis piernas comenzaron a temblar y mi corazón a latir de prisa, pero sin importarme lo que sentía, rápidamente recogí mi ropa sucia y Sali corriendo hacia la habitación donde estaba mi hermana.

CONTINUARA…

 

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