El viento frio de la mañana se movía suavemente en todas direcciones abrazando el cuerpo de alondra, que se estremecía al sentir el contacto del viento con su piel, provocándole escalofríos. El canto de los pájaros se escuchaba en el ambiente y los primeros rayos del sol golpearon el rostro de Alondra lastimando sus ojos cerrados; obligándola a abrir sus parpados adormecidos entre pequeñas gotitas de agua salada que aún permanecían entre sus ojos después de haber derramado muchas lágrimas.
LA ALONDRA DE ORIENTE. (Parte XII)
Después de escuchar lo que Alondra dijo, Manuel se puso de pie, agarro su sombrero y se fue de la casa. Hilda se aproximó hacia Alondra y la abrazo preguntándole, “¿Que dice Saul acerca de tu embarazo?”
Con la voz temblando por el nerviosismo que sentía, Alondra respondió pausadamente, “Esta feliz, quiere que nos casemos, quiere rentar una casa, quiere que nos vallamos a vivir cerca de sus padres. Yo no estoy de acuerdo con la casa que quiere rentar, porque está muy cerca de la casa del Sombrerón y ese lugar no me gusta.”
LA ALONDRA DE ORIENTE. (Parte IV)
Alondra tenía una expresión de resentimiento reflejada en su rostro. Resentimiento que penetro su piel viajando rápidamente por sus venas hasta llegar a su corazón. Transformándola de forma dramática, hasta dejar de verse como niña para convertirse en una arpía capaz de lastimar y con vehementes deseos de hacer daño.
LA ALONDRA DE ORIENTE. (Parte III)
Tal vez parece contradictorio hablar del tiempo que puede transcurrir lentamente para las personas que sufren alguna dolencia. O tan rápido como una estrella fugaz, para los que inmersos en su propio mundo disfrutan de una vida feliz, sin perciben el dolor ajeno que en muchas ocasiones se puede mitigar con una SONRISA.
LA ALONDRA DE ORIENTE. (Parte II)
Es muy común escuchar a las personas decir frases que no comprenden a cabalidad. Frases que son creadas con palabras fáciles de memorizar. Y que, por la sencillez con que son escritas, no comprenden totalmente el complejo significado que poseen o el daño psicológico que ocasionan al ser esparcidas inconscientemente cuando se repiten de forma irresponsable.
LA ALONDRA DE ORIENTE.
La noche gris presagiaba un acontecimiento brutal, que comenzó con escalofriantes gritos de dolor que provenían de la vieja casa construida de adobe al final de la calle. La casa del Sombrerón, como se le conocía había sido recién alquilada y estaba ubicada en uno de los barrios más populares de Jutiapa. Al final del patio de la casa había una imponente ceiba, cuyas ramas estaban siendo utilizadas como brazos de tortura.
LAS GALLINAS DE PEPE (Parte III)
Yo corrí sin parar hasta llegar al cuarto donde estábamos hospedados, mi hermana comenzó a reírse de mi porque aún llevaba espuma en mi cabeza y sin dejarme decir ninguna palabra me sujeto del brazo y me llevo de regreso hacia la pila donde utilizando una palangana comenzó a echarme agua por montones diciéndome, “Esto es para que se te quite el miedo al agua y aprendas a bañarte”.
