Siendo niño aprendí a disfrutar de los colores de la naturaleza contemplando detenidamente las diferentes tonalidades que pueden apreciarse en la corteza de un árbol, en las hojas de un arbusto, en la cascara de una fruta, en la piel de un animal, en el reflejo de la luz sobre el agua, en el amanecer de un día caluroso, en el atardecer de un día frio, en la oscuridad de la noche donde la luna resplandece cubierta de plata, en las gotas de la lluvia y en los ojos de las personas que AMO.
Siendo niño aprendí a percibir los olores de las frutas con intensidad, colocándolas sobre la palma de mi mano y acercándolas a mi nariz, las olfateaba con los ojos cerrados para poder discernir la esencia que llevaban dentro, y aun sin haber probado su sabor aprendí a sentir en mi paladar el nivel de su dulzura, simplemente con aspirar su aroma aprendí a distinguir su textura y consistencia.
En muchas ocasiones escuche a otras personas preguntarme si estaba bien, porque en lugar de morder inmediatamente y con prisa una fruta, la mordisqueaba lentamente disfrutando de cada pedacito que ponía en mi boca. Y así nació en mí una atracción constante por la preparación de los alimentos y que a través de los años se ha convertido en un entretenimiento que disfruto a cada instante.
Para los que me conocen saben que a mí siempre me ha gustado cocinar. Ya que para mí el cocinar es un arte que implica tener pasión para crear y diseñar una obra efímera para nuestros sentidos. Porque el preparar los alimentos me ayuda a liberar toda mi imaginación culinaria, mientras preparo los ingredientes, mezclo especies naturales, convino sabores, lavo y corto verduras, condimento carnes; todos mis sentidos se organizan y me permiten crear imaginariamente un mundo en el cual yo soy el dueño.
Cuando dejé de ser niño y me convertí en adolescente fui objeto de burlas, muchas personas me dijeron, homosexual, maricon, afeminado, simplemente porque ha diferencia de otros adolescentes que utilizaban su tiempo libre para jugar algún deporte, a mí me gustaba pasar largas horas metido en la cocina reescribiendo las recetas de mi madre, agregando o quitando ingredientes y modificándolas a mi manera personal de preparar la comida. La cual después disfrutaba apasionadamente y me provocaba la sensación de alegría y satisfacción
personal al ver la felicidad con que otras personas también la disfrutaban.
Ahora de adulto sigo preparando recetas propias o de otras personas con la misma pasión con que lo hacía de niño. Y muy devotamente escojo las frutas y verduras a través de sus olores, colores y sansón; las cuales elijo a través de mis sentidos porque desde el momento que veo la fruta o verdura perfecta que necesito para la preparación de los alimentos, confirmo con el contacto de mi mano su consistencia y a través de mi olfato la calidad y balance que necesitan tener los ingredientes para formar parte de mis obras efímeras de arte culinario.
Y si me preguntan qué ¿Si ha valido la pena todas las burlas de que fui objeto de niño? La respuesta esta tatuada en mi corazón por la felicidad que siento, cuando las personas sonríen y disfrutan de la comida que preparo. Porque espontáneamente me sonríen, mientras repiten “Esto es una delicia” y me dicen eres un gran CHEF. Pero, No Lo Soy, porque no estudie para ser un chef. Yo simplemente hago lo que me apasiona utilizando el ingrediente perfecto llamado AMOR, en cada una de las comidas que preparo y que como resultado crea magia de COLOR Y SABOR AL COCINAR.
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