
La primera vez que mis ojos vieron la inmensidad del mar, mi corazón casi exploto literalmente dentro de mi pecho. No recuerdo la edad que tenía, pero ya había escuchado muchas historias fantásticas acerca de los monstruos marinos que viven en el fondo del mar. Cuentos de hermosas sirenas que con sus encantos atacaban a los tripulantes de los barcos que se adentraban en sus aguas. La historia de la ballena blanca gigante. Aventuras de piratas en busca de tesoros y muchas historias de amor a la orilla de la playa.


Después de saltar a través de la ventana y caer sobre la cama antigua, la figura de yeso quebrada en pedazos que estaba allí se cayó al suelo y se terminó de quebrar totalmente. Rápidamente recogí los pedazos y se los lancé a los hermanos de Pepe que se habían convertidos en gallinas cuando ellos saltaron hacia adentro de la pequeña capilla. Las gallinas cacareaban adoloridas al sentir los golpes de las piedras. Entonces yo corrí hacia la salida y sujeté fuertemente una cortina de las que colgaban a un lado de las escaleras arrancándola de la pared. 
Siendo niño aprendí a disfrutar de los colores de la naturaleza contemplando detenidamente las diferentes tonalidades que pueden apreciarse en la corteza de un árbol, en las hojas de un arbusto, en la cascara de una fruta, en la piel de un animal, en el reflejo de la luz sobre el agua, en el amanecer de un día caluroso, en el atardecer de un día frio, en la oscuridad de la noche donde la luna resplandece cubierta de plata, en las gotas de la lluvia y en los ojos de las personas que AMO.
Desde niño me ha gustado mucho cocinar y modificar las recetas de cocina para darles un toque muy personal y de alguna forma convertir las recetas en originales combinaciones de ingredientes y sabores a mi estilo particular de prepararlos. En esta ocasión quiero compartir con ustedes una receta a la cual le puse el nombre “Como homenaje a una gran mujer” que fue un ejemplo en muchos aspectos en la vida de muchas personas. Esta receta la utilizo cada época navideña para preparar María Amelia Cake, y siempre que lo hago, me recuerdo como María Amelia se comía casi el pastel entero y con una sonrisa jovial me decía, “Tú tienes la culpa por hacerlo tan bueno, esta perfecto. ¿Sera que me puedo llevar un pedacito para Papa? que se quedó en casa.” Así que cada vez que horneaba hacia un cake especial para ella y a tan solo unos días de su partida quiero decir que su alegría y dulzura permanecerá en el sabor del cake sin importar que esta época navideña sea la primera de muchas que María Amelia no lo comerá.