LAS GALLINAS DE PEPE (Parte VIII)

Si, yo quería ayudar a Carlos.  Pero también quería regresar a casa.  Yo sabía que tenía que regresar antes del amanecer a casa de Doña Lola o corría el riesgo de quedarme en ese pueblo, porque mi hermana se iría sin mí, yo tenía miedo de que me dejaran abandonado.

Carlos me estaba observando y con voz de resignación me dijo, “Si dudas, nunca podrás saber lo que eres capaz de hacer.  Si dudas solo perderás el tiempo.  Debes tomar una decisión.  Nosotros llevamos años sentados sobre estas sillas y posiblemente nunca podamos liberarnos hasta que Pepe nos convierta en sus hermanos.  Pero tú que has sido libre, si dudas puedes terminar igual que nosotros.  ¿Si tienes que irte?  Vete, Pero antes de hacerlo por favor sube a los cuartos de arriba y libera a mi Madre que está colgando del techo.  Pepe la tiene atrapada porque ella vio cuando Pepe me atrapo y lo siguió para salvarme.  Pepe y sus hermanos se comen a los hombres cortándolos en pedacitos que luego ponen a secar al sol, después se los comen.  A las mujeres las convierten en diferentes animales.  Mi madre no ha podido olvidarme y muchas veces ha intentado rescatarme; por eso Pepe la tiene atrapada.” 

“¿La llorona, la lagartija de cabeza plateada es tu madre?” Le pregunté y sin esperar respuesta le dije, “Ya está libre.  Salió por una ventana en dirección al rio.”

La voz de Carlos se escuchaba muy pausada cuando tristemente dijo, “Gracias”.

Yo levante mi mano derecha, y comencé a rascarme la cabeza, luego me comí tres granos más de maíz y les dije a los jóvenes, “Voy por el maíz dorado, les prometo que regresare”.  Después comencé a subir otra vez las escaleras hacia los cuartos de arriba en dirección a donde estaba la pequeña iglesia, con la intensión de subir hasta el techo para quebrar el contenedor donde estaba el maíz dorado.

Cuando estaba a punto de llegar a la pequeña iglesia, una de las gruesas cortinas de tela azul se movió, entonces una enorme mano salió y me agarro de una pierna, haciendo que tropezara.  Al caer sobre las gradas, moví mi cabeza hacia la derecha y allí estaba otra vez Pepe de frente a mí, su cara tenía una mueca tonta, y su boca abierta me mostro lo grandes y afilados que estaban sus dientes, parecían colmillos de lobo deseosos por morder.

Yo quise levantarme y salir corriendo, pero otro de los hermanos de Pepe me sujeto del cuello, y al mismo tiempo otro hermano de Pepe salió de la pequeña iglesia.  “Te estaba buscando huesudo”, me dijo Pepe, mientras se reía de forma burlona.  “Huesudo, te quería engordar mucho y luego comerte, pero como nos has dado problemas; mis hermanos y yo te vamos a comer a picotazos”, mientras Pepe hablaba, su hermano me empujaba hacia el otro lado de las cortinas. 

A empujones me llevaron a un cuarto, que estaba lleno de toda clase de objetos y muebles.  Allí estaban otros cinco hermanos de Pepe.  Todos me rodearon y ante mis ojos comenzaron a cacarear, mientras se retorcían y sus cuerpos se desfiguraban haciéndose más pequeños de estatura.  De su piel comenzaron a salir plumas y sus ojos giraban desorbitados mientras se convertían en gallinas.

El maíz que había comido me mantenía tranquilo y fuerte.  Mi mente estaba tan clara que por un momento pensé, “Que tontos, en lugar de enfrentarse a mi como hombres, se convirtieron en gallinas.  Y aun con su aspecto salvaje, no me inspiran miedo porque son más pequeñas que mi deseo de librarme de más problemas y salvar a los jóvenes”

El efecto que el maíz había producido en mí me hacía sentir poderoso.  Así que en forma desafiante observe lo que tenía a mi alrededor y que pudiera utilizar para defenderme. 

Pepe convertido en esa horrible gallina de cuello largo sin plumas y de ojos desorbitados se lanzó sobre de mi aleteando fuertemente y con sus garras listas para hacerme daño, tratando de descargar mi piel con su afilado pico.  Yo empuñé mis manos, pero no tuve que golpearlo porque en un movimiento rápido me hice a un lado y de un salto me subí a una silla que estaba sobre un sillón.

Las demás gallinas habían estado quietas, pero al ver que Pepe no me pudo lastimar, se lanzaron todas hacia mí.  Entonces yo comencé a lanzarles toda clase de objetos que encontré a mi alrededor, ollas, zapatos, candeleros, una estufa pequeña, y de pronto mis manos se toparon con un bate de béisbol, el cual sujeté fuertemente con ambas manos esperando con ansias a que las gallinas se abalanzaran otra vez hacia mí.  Las gallinas al ver mi determinación por defenderme se quedaron quietas.  Ellas sabían que con el bate en mis manos fácilmente les podría quebrar la cabeza. 

Todas las gallinas retrocedieron y comenzaron a transformarse otra vez en hombres, cuando un fuerte golpe en una de las paredes lanzo muchos ladrillos hacia adentro, abriendo un enorme agujero por donde yo inmediatamente salí del cuarto.  Al verme libre comencé a subir hacia el techo utilizando los ladrillos que sobresalían de las paredes llevando conmigo el bate de béisbol en una de mis manos. 

Al llegar al techo del castillo negro, observe como la lagartija de cabeza plateada, me veía desde abajo.  Entonces me sentí más seguro de mí mismo porque comprendí que no estaba luchando solo contra Pepe y sus hermanos. Ya arriba del techo camine hacia el contenedor de vidrio y sujetando fuertemente el bate de béisbol golpee con fuerza hasta quebrarlo, pero el maíz dorado al hacer contacto con el aire se comenzó a podrir rápidamente de tal forma que se estaba convirtiendo en polvo que el viento comenzó a esparcir por todos lados.

Por un instante no supe que hacer, pero entonces mire que la parte de abajo del contener también era de vidrio y nuevamente golpee con fuerza para que el maíz callera hacia adentro del castillo.  Mi acción dio resultados porque el maíz dorado que cayo hacia adentro se mantuvo intacto.  Desde arriba observe como el maíz al caer llegaba directamente hacia el comedor sobre la mesa donde estaban los jóvenes inmovilizados. 

En ese momento Pepe y sus hermanos llegaron al techo.  Se veían furiosos, entonces comenzaron a acercarse hacia mí.  Yo comprendí que siendo más fuertes y altos que yo, me resultaría muy complicado escapar de ellos si los enfrentaba; así que camine sobre las vigas de hierro que sostenían el contenedor de vidrio y nuevamente salte hacia adentro de la pequeña capilla a través de la ventana que estaba justo a la altura del suelo.

Tres de los hermanos de Pepe para poder seguirme se transformaron en gallinas y se lanzaron hacia adentro utilizando también esa ventana.

 

CONTINUARA…

 

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