Esta historia la escribí hace como un año. Hoy la comienzo a compartir con ustedes. Espero les guste y me acompañen capitulo a capitulo, imaginando a los protagonistas, descubriendo cuanto amor puede dar un corazón contento, aunque este viviendo en circunstancias poco favorables.
COLORES DE OTOÑO EN PRIMAVERA (Parte I)
El ruido que los carros producían atravesaba el cristal de la ventana, por donde se podía observar el congestionamiento ocasionado por el tráfico. Algunos conductores impacientes accionaban el claxon de los vehículos, provocando un estruendo incesante que martirizaba el cerebro de Nora. Como si se estuviera produciendo un holocausto en su interior, Nora sujetaba su vientre lanzando gritos de dolor hacia las paredes de su apartamento, donde el sonido rebotaba de forma estridente generando un eco resonante en todas direcciones. Susana se acercó a ella ofreciéndole un vaso lleno de té, elaborado con pimienta gorda y clavo de olor, “Hija tomate todo el contenido de este vaso, te va a ayudar a aligerar el proceso del parto y a sentir menos dolor. Vas a ser madre por primera vez y ¡De Dos Niñas!, pero no te asustes, Juan ya llamo al 911 y está afuera esperando a los paramédicos para que te lleven al hospital.”
Nora permanencia sujetándose a la manecilla de la puerta del horno de la estufa, porque sentía que si se soltaba podría perder el equilibrio y golpearse contra el suelo. Susana le acerco el vaso a la boca y se lo sostuvo mientras Nora bebía el té. De repente se escuchó la sirena de la ambulancia, indicando que los paramédicos ya estaban afuera esperando por Nora.
Susana le ayudo a caminar hasta la puerta, justo en el momento que Juan iba a entrar para ayudar a su esposa. El rostro de Nora reflejaba angustia y miedo. Juan la sujeto fuertemente de la cintura con su mano y brazo izquierdo, mientras colocaba el brazo derecho de Nora sobre sus hombros y así le ayudo a bajar las gradas de las escaleras hacia el primer nivel del edificio donde vivían. Al llegar a la calle, los paramédicos recibieron a Nora, la acostaron sobre una camilla que luego subieron a la ambulancia, juan permaneció junto a ella durante todo el viaje.
Cuando llegaron al hospital, una enfermera la estaba esperando con una silla de ruedas, pero los paramédicos optaron por ingresarla en la camilla debido a que las contracciones de Nora eran cada vez más frecuentes y ella estaba lista para dar a luz. Juan sujetaba la bolsa que contenía la ropa de sus bebes entre sus brazos, desconcertado y preocupado por la salud de su esposa. Juan se había quedado paralizado a la entrada del hospital, hasta que una enfermera se acercó a él llevando un montón de papeles que tenía que llenar y firmar.
Con la mirada nublada por las lágrimas que trataba de contener, Juan observo como su esposa era conducida hacia el interior del hospital como si estuviera viviendo todo lo que ocurría en cámara lenta. En ese instante Nora grito con fuerza mientras las enfermeras que empujaban la camilla comenzaron a correr.
Diez minutos después un doctor se acercó a Juan, “Felicidades, son dos hermosas niñas, la primera nació en el pasillo y la segunda en la sala de parto. Un poco más y las niñas hubieran nacido en la ambulancia. Usted puede esperar a su esposa y sus bebes en la habitación número 225, muy pronto las enfermeras las llevaran allí.”
Juan respiro pausadamente, mientras todos sus sentidos se normalizaban para dar paso a la innegable emoción de felicidad que invadió todo su ser, reflejando en su rostro alegría, amor, agradecimiento e impaciencia incontenible por conocer a sus hijas.
Sentado en un sillón frente a la cama estaba Juan cuando las enfermeras ingresaron a la habitación llevando a su esposa con sus dos hijas. Juan no pudo contener las lagrimas al ver a sus pequeñas y con la voz entrecortada susurro al oído de su esposa, “GRACIAS”, mientras la abrazaba amorosamente.
Dos días estuvo Nora en el hospital. Al tercer día muy temprano en la mañana el doctor que atendió el parto le dio la orden de salida. Juan estaba estacionado frente a la puerta del hospital, llevaba un ramo grande de rosas amarillas y dos globos metálicos con la cara de Mimi Mouse, donde se podía leer “Es una niña”. Susana estaba junto a él. Sus rostros brillaban de felicidad y ambos sonrieron cuando Nora salió del hospital. Susana acomodo a las dos niñas en sus respectivas sillas de bebe, mientras Juan ayudaba a Nora a subirse al carro. Cuando todos estaban listos para regresar a su apartamento, el carro no encendió. Juan reviso el carro, tratando varias veces de encenderlo, pero no pudo hacer que el carro funcionara. Susana sugirió que llamaran una grúa, ella podía quedarse esperando a que se llevaran el carro, después regresaría al apartamento viajando en bus; y que ellos viajaran en un taxi.
“Yo prefiero que nos vallamos en el trencito, es más directo, así llegaremos más rápido”, dijo Nora.
“En el trencito va a ser difícil viajar con dos sillas de bebe, ya que tú también necesita ayuda.” Respondió Juan, con gestos de preocupación y frustración porque el carro no funciono.
“Si les parece, yo me quedo con una niña y llamo a mi amiga Irene, para que nos lleve al apartamento, después de que la grúa se lleve el carro”, dijo Susana.
Juan y Nora se vieron a los ojos para después acceder a la sugerencia de Susana. Juan agarro una silla de bebe al mismo tiempo que le ayudaba a su esposa a caminar hacia la parada del trencito.
Mientras viajaban en el trencito, Juan sostenía la silla de bebe sobre sus piernas, Nora apoyaba su cabeza sobre el hombro de Juan, con voz apacible Nora dijo, “El día esta nublado y aunque es primavera el cielo se cubre con los colores del otoño sobre las nubes de un cielo gris.”
Sorpresivamente se escucho el estruendo de metal y concreto grujir con furia destructora al mismo tiempo que el trencito se desplomaba al vacío, para estrellarse contra los carros que viajaban sobre la carretera. Después se elevo una densa nube de polvo que oscureció todo recuerdo y apago toda memoria, convirtiendo el día gris en oscura tragedia.
CONTINUARA…
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