
En el libro de los Hechos de los apóstoles, en el capítulo 17, hay una anécdota o relato que Pablo nos cuenta acerca de lo que predicó en Atenas y de una inscripción que le llamo fuertemente la atención “AL DIOS NO CONOCIDO”. Quizás hayamos tenido la oportunidad de leer este relato con anterioridad, pero tal vez no le hemos dado la atención que merece, o descubierto la importancia que tiene esa frase. Y probablemente sin darnos cuenta hemos omitido descubrir el misterio que contiene o aprovechado la grandísima invitación que se nos brinda para conocer al “DIOS NO CONOCIDO”.

En mi libro EL REY DE LA GRANJA en el primer capitulo se hace referencia a una tormenta: “Las nubes oscurecieron el cielo, los truenos comenzaron a opacar el silencio, la mañana se torno negra; de repente se oyó el estruendo de relámpagos. Mientras un torrente de lluvia fría descendía del cielo.”


He escuchado repetir esta frase incontablemente durante todos los años de mi vida, especialmente cuando se quiere utilizar como una excusa, afirmación o negación de un echo realizado que no tiene justificación razonable. También cuando existe un comportamiento negativo, caprichoso, desobediente o simplemente irresponsable.
Sentir que el aire me falta, como me falta el tono de tu voz desata el miedo en mi interior. La inquietud de haberte perdido tan repentinamente ha doblegado mis fuerzas, invadiendo mi pecho con dolor. ¡No puedo respirar! Porque mis lagrimas cierran mi garganta y ahogan mis sentidos enloquecidos por tu recuerdo.