Alondra permanecía en silencio. Mientras Hilda acariciaba sus cabellos y los humedecía con lágrimas de dolor que brotaban de sus ojos a causa del sufrimiento reflejado en el rostro de Alondra. Hilda tampoco decía nada, ya que ella también estaba sufriendo al observar que los ojos de Alondra carecían de luz propia, opacados por una inmensa tristeza que provenía de lo más profundo de su corazón. Ambas estaban envueltas en un silencio que no necesitaba ser interrumpido con palabras porque se entendían a través de la percepción de su amor, comunicándose directamente corazón a corazón.