Cuando leí el cuento de Fausto (Una historia muy original de un hombre que busca incansablemente la felicidad); me pareció SORPRENDENTE que encontrara esa felicidad tan anhelada, en el servicio que realizo en favor de otras personas. Y recordé, que cuando era un niño me aterraba la idea de crecer y perder el maravilloso mundo que me rodeaba, la compañía de mis padres, las bromas de mis hermanos, los juegos con mis amigos, las palabras llenas de ternura y la forma cariñosa con que ellos me hablaban.
Mi temor por crecer y dejar de ser niño surgió porque escuche a varias personas decir que la felicidad era muy difícil de alcanzar cuando se es adulto. Ya que son muchas las responsabilidades, así como las dificultades existentes en la vida de los adultos; que nos inhiben de tal forma que es más difícil sonreír y expresar amor a los demás.
Pero fue inevitable que el tiempo pasara y crecí con la idea fija de luchar por ser feliz. El tiempo me enseño, que la felicidad es más frágil que el cristal, pero más perdurable que el acero, porque vive en nuestros recuerdos y en la memoria de todos aquellos que comparten su amistad con nosotros.
Aprendí que los momentos maravillosos que la vida nos regala, deben vivirse con intensidad dentro de los límites permisibles de la decencia, la honestidad y la responsabilidad de vivir libremente de forma ordenada. Porque, la belleza de todas las cosas radica en que solo suceden una vez y jamás se repiten con la misma intensidad, emoción o sentimiento.
Aprendí que esa efímera felicidad que experimentamos, debemos atesorarla ya que nos hace grandes si la compartimos o regalamos a través de una sonrisa, un saludo, un servicio a nuestro prójimo.
También podemos expresar palabras cariñosas y tener actitudes positivas con nuestros seres queridos. A través del tiempo y las experiencias vividas aprendí que la felicidad no hay que buscarla; porque siempre está dentro de ti, como un tesoro que no hay que esconder.
Y si buscas la forma de servir y ayudar a otras personas, descubrirás que la felicidad interna en cada ser humano se transforma en luz que se refleja en todo tu ser y crece cada día a través de la actitud positiva con que enfrentes tus desafíos y quieras vivir tu vida.
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