
Alondra permanecía en silencio. Mientras Hilda acariciaba sus cabellos y los humedecía con lágrimas de dolor que brotaban de sus ojos a causa del sufrimiento reflejado en el rostro de Alondra. Hilda tampoco decía nada, ya que ella también estaba sufriendo al observar que los ojos de Alondra carecían de luz propia, opacados por una inmensa tristeza que provenía de lo más profundo de su corazón. Ambas estaban envueltas en un silencio que no necesitaba ser interrumpido con palabras porque se entendían a través de la percepción de su amor, comunicándose directamente corazón a corazón.

Después de escuchar lo que Alondra dijo, Manuel se puso de pie, agarro su sombrero y se fue de la casa. Hilda se aproximó hacia Alondra y la abrazo preguntándole, “¿Que dice Saul acerca de tu embarazo?”
Sentir que el aire me falta, como me falta el tono de tu voz desata el miedo en mi interior. La inquietud de haberte perdido tan repentinamente ha doblegado mis fuerzas, invadiendo mi pecho con dolor. ¡No puedo respirar! Porque mis lagrimas cierran mi garganta y ahogan mis sentidos enloquecidos por tu recuerdo.