Faltan 35 días para celebrar “El día de la madre”, 77 días para “El día del padre”, 128 días para “Mi cumpleaños”, 264 días para “Navidad” y puedo seguir agregando eventos como graduaciones, vacaciones, matrimonios y muchos más que están planificados para realizarse en una fecha específica. Estos eventos ocurren en nuestras vidas de forma normal, pueden ser transitorios o algunas veces repetitivos. También es común observar como la televisión, la radio y todos los negocios nos recuerdan el tiempo que falta para un día festivo y nos comienzan a vender la urgente necesidad de prepararnos comprando lo necesario para que nuestra celebración sea exitosa a través de una constante “CUENTA REGRESIVA DE LOS DIAS” que nos faltan por vivir dichas festividades, eventos o triunfos alcanzados.
Sin importar que al recordarnos constantemente los días que faltan para El día de los enamorados, El año nuevo, las vacaciones de medio año; nos presionan sugestivamente a vivir más de prisa nuestras vidas, acelerando nuestro subconsciente de tal forma que perdemos la percepción del tiempo para satisfacer nuestros deseos de alcanzar el futuro antes del tiempo establecido. Enfrascados en la expectativa de lo que puede ser nuestra felicidad futura y en algunas ocasiones restringiendo nuestra capacidad de ser felices al máximo en el presente.
Desde la niñez hasta la edad adulta es normal que los seres humanos establezcamos una “Cuenta Regresiva del tiempo” que nos falta para llegar a una fecha específica. Situación que yo también he experimentado muchas veces y creo que todas las personas lo han hecho en algún momento de su vida mientras esperan la llegada de un acontecimiento importante.
Si analizamos de forma simple la conducta humana podemos comparar nuestro comportamiento o forma de pensar a través de los años. Así podemos observar que los niños disfrutan al máximo cada día, juegan, comen, van a la escuela, ríen, lloran, se enferman, se recuperan, se portan bien, se portan mal y aunque reciban castigos no pierden el deseo de vivir y ser felices cada día. Por ejemplo, los niños pueden inquietarse mientras esperan la llegada de una fecha especial y en cierta forma establecen una “Cuenta Regresiva” al preguntar constantemente a sus padres cuantos días faltan para navidad y aun cuando sus padres les hayan respondido que faltan 264 días, ellos reciben la respuesta sin preocupación ya que el tiempo carece de importancia durante la niñez. Además, ese lapso de 264 días que tienen que esperar no les genera estrés, preocupaciones, inseguridades o carencias. Por el contrario, ellos reciben la respuesta con los ojitos iluminados por la esperanza y el anhelo de saber que podrán disfrutar de un día lleno de juegos, diversión, comida, compañía de familiares y amigos. Así que simplemente se dedican a esperar pacientemente a que llegue la Navidad. Aunque cada cierto tiempo vuelvan a preguntar, “¿Y hoy, cuantos días faltan para Navidad?”.
Conforme crecemos nuestra manera de pensar cambia, así como nuestros gustos y deseos. Es por ello por lo que cuando esperamos la llegada de un acontecimiento importante nos volvemos en cierta forma egoístas, preocupándonos por vernos bien, por estar a la moda, por agradar a nuestros amigos más que a nuestros padres, por controlar nuestro peso o los alimentos que comemos. Al establecer una “Cuenta Regresiva del Tiempo” en la adolescencia, podemos obsesionarnos y pensar todo el tiempo en los días que faltan para evaluarnos, graduarnos, tener una noche de talentos, un juego de pelota, un paseo con nuestros amigos, una excursión de la escuela y como consecuencia nuestras actitudes pueden cambiar. Nos podemos irritar con facilidad, responder de mala manera y hasta olvidarnos en muchas ocasiones de las cosas importantes en nuestras vidas. En casos extremos un adolescente puede llegar a ignorar todo el entorno que le rodea y dedicarse a vivir cada día esperando ese acontecimiento futuro que le llenara de felicidad, sin importar que su presente este lleno de confusión o insatisfacciones.
Al llegar a la edad adulta nuestras responsabilidades cambian drásticamente, así como nuestras expectativas y forma de vivir nuestras vidas. Cuando se establece una “Cuenta Regresiva del tiempo”, lo hacemos con un poco más de madurez, pero con toda la preocupación y fijación de pensar que nuestras responsabilidades pueden obligarnos a vivir de forma restringida. Ya que no tenemos el tiempo suficiente para cumplir con todas nuestras tareas. Es por eso, por lo que hay ocasiones en que algunas personas prefieren no pensar en los acontecimientos futuros planificados; porque les generan angustia y desanimo. Como consecuencia llegan a vivir sintiéndose embotellados en el tráfico, la rutina, el trabajo, las compras del supermercado o actividades de los hijos. Si esta situación nos llega a suceder podemos incurrir en el error de olvidarnos de nosotros mismos y comenzar a tratar de agradar a todas las personas que conocemos. Dando como resultado una perdida de los valores primordiales que nos hacen amarnos a nosotros mismos, perdiendo la seguridad en lo que hacemos y tal vez la autoestima, el auto reconocimiento a toda la labor profesional, familiar o religiosa que hacemos.
Por ello en la medida que podamos debemos evitar que la radio, la televisión o posiblemente algunas amistades nos hostiguen con el recordatorio de fechas importantes que no podemos controlar y que sin embargo nos esforzamos por alcanzar estableciendo una “Cuenta Regresiva”. Al actuar de esta forma podríamos olvidarnos de vivir día a día con satisfacciones personales que nos ayuden a ser mejores padres, hermanos, amigos y seres humanos. Creando en algunas ocasiones fuertes dolores de cabeza en varios aspectos relacionados al entorno en que nos desenvolvemos, impidiéndonos vivir como niños para disfrutar con intensidad la felicidad que nos debemos a nosotros mismos y que podemos desarrollar o compartir con los seres que amamos.
Sin embargo, de la niñez a la edad adulta existe una indiferencia a valorar el tiempo que tenemos, lo cual cambia dramáticamente cuando comenzamos a envejecer, ya que hemos aprendido a valorizar los días que aun nos faltan por vivir. Los cuales desaparecen cada noche al salir la luna para no retornar jamás y aun con ese conocimiento nos olvidamos de disfrutar el tiempo y sonreír. Al llegar a la vejez nos parece que el tiempo no importa porque lo tenemos en abundancia al habernos liberado de muchas responsabilidades y tareas por realizar. En la vejes se añora la compañía de familiares o amigos y se anhela la compañía de los hijos. Recordando los momentos felices y sufriendo los malestares de un cuerpo cansado y que no funciona bien. Por lo contrario, nuestro espíritu que no envejece se mantiene activo dentro de un cuerpo que no responde a nuestros deseos, porque le falta energía, vigor o juventud. Al enfrentarse al dilema de sentirse joven, pero verse viejo frente al espejo muchas personas se deprimen, perdiendo el deseo de vivir y erróneamente creen que con cada amanecer se acercan cada vez más al final en lugar de agradecer por un día más de vida y aprovecharlo al máximo realizando actividades recreativas que no requieran mucho esfuerzo físico para seguir disfrutando de la vida y encontrar felicidad en todo lo que hacen. Yo he podido observar cómo algunas personas se obsesionan con encontrar la formula mágica que pueda retroceder el tiempo para no perder la juventud, la energía y el deseo de vivir. Porque se niegan a aceptar la realidad el ciclo de la vida en el cual nacemos, crecemos, nos reproducimos y morimos. Cayendo en una profunda tristeza que los lleva a la depresión acelerando su viaje en esta vida y a veces resulta imposible ayudarlos para que cambien su manera de pensar o sentir, al no poder detener el tiempo.
En la biblia en Mateo 6:34 se nos insta a vivir cada día, sin anticiparnos al futuro. Y este concejo lo podemos utilizar para disfrutar, sufrir, gozar o lamentar las consecuencias de nuestras decisiones. Yo creo que sin importar la edad que tengamos debemos cuidar de nuestros cuerpos, nuestros espíritus, nuestros pensamientos y enfocarnos en aprender a acepar el paso del tiempo con todo lo que implica en nuestras vidas. Pero jamás olvidarnos de disfrutar cada instante de todo lo que hacemos por muy pesadas que sean nuestras tareas o dificultades que estemos viviendo. Ya que siempre habrá una oportunidad para reconocer esas cosas simples en cada día que pueden ayudarnos a sentir felicidad, paz o satisfacción de saber que tenemos espíritu de lucha para vivir eternamente. Sin añorar un pasado que no volverá o sufrir anticipadamente por un futuro que no nos pertenece. Aunque en esta tierra nuestros días lleguen a su final. Por ello lloremos cuando tengamos que llorar, riamos cuando tenemos que reír, seamos felices cuando la felicidad este frente a nosotros y con sabiduría aprendamos a vivir día a día.
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