Dos meses han pasado desde que compartí lo que fue mi más reciente publicación. Mi computadora, el teclado y el escritorio están cubiertos de polvo. Parece mentira, pero cada vez que toco el teclado, el polvo se adhiere a mis dedos. Dejando huellas semi-empañadas por la densidad de los sentimientos adormecidos entre recuerdos y lágrimas, que despiertan suavemente de sueños casi olvidados en el tiempo.
Estos dos meses han sido muy diferentes a los otros meses del año. Porque el tiempo transcurrido, me atrapo adentro de una burbuja elíptica donde únicamente existías tú. Y que constantemente amenazaba con explotar en un torrente de lágrimas amargas, casi imposibles de parar.
El verte sonreír sabiendo que cada sonrisa podía ser la última que se dibujara en tu rostro de mirada apacible, me daba la fortaleza necesaria para sujetar tu mano arrugada y cansada por incontables tareas realizadas durante toda tu vida. Mientras depositaba un tierno beso sobre tu frente cansada y envejecida por el peso de los años vividos.
Cuantas veces me pregunte a mí mismo, ¿Si yo tendría el valor de verte partir, sonriendo y sin llorar junto a ti? Porque así es como tu deseabas que fuera nuestra despedida, sin llanto, sin tristeza y con la certeza de que todo estaría bien, ya que nuestra despedida no será para siempre.
Sin embargo, cuando llego el momento de contemplar el iris de tus ojos por última vez reflejando mi rostro, mientras su luz se extinguía permanentemente sobre la faz de esta tierra, mi corazón no resistió y la represa de fortaleza que detenía mi llanto, se rompió… Porque como tú, jamás nadie me amara…
Hoy, hace un mes que contemple por última vez tu rostro demacrado y frio, porque le hacía falta su calor corporal. Hace un mes que tu cuerpo se quedó sin el latido fuerte y rozagante de tu corazón alegre, amoroso, lleno de alegría por vivir compartiendo amistad. Hace un mes que tu cuerpo inerte y sin vida duerme en la oscuridad de un sepulcro, mamá… Hace un mes que tu Espíritu encontró la Luz de la Verdad y felizmente se reunió con todos aquellos que te amaron antes que yo…
Dos meses han transcurrido desde que el teclado de mi computadora sintiera las caricias de mis dedos, pero hoy me ciño el cinturón porque me he convertido en Hombre, ya que jamás volveré a sentirme como un niño entre tus brazos… Tu Niño ya es un Hombre…
Dispuesto a seguir viviendo de forma normal, pero sin olvidar Jamás. Dispuesto a Luchar por alcanzar mis sueños con valor y tenacidad, aunque al llegar la noche vuelva a llorar…
Dispuesto a Recibir y Entregar con amor mi amistad. A ser feliz cada día que me falta por vivir, dibujando con autenticidad una sonrisa sobre mi rostro. Sin hipocresías, envidias, enojos o conflictos erróneos. Ya que eso aprendí de ti, mamá. Y aunque haya ocasiones en que mi corazón te extrañe, sintiéndome en soledad o con tristeza, añorando tu presencia, yo sabre mantener un corazón alegre porque sin ti… ¡MA LINDA! Ya soy un Hombre…



Leave a comment