Cuando leí el cuento de Fausto (Una historia muy original de un hombre que busca incansablemente la felicidad); me pareció SORPRENDENTE que encontrara esa felicidad tan anhelada, en el servicio que realizo en favor de otras personas. Y recordé, que cuando era un niño me aterraba la idea de crecer y perder el maravilloso mundo que me rodeaba, la compañía de mis padres, las bromas de mis hermanos, los juegos con mis amigos, las palabras llenas de ternura y la forma cariñosa con que ellos me hablaban.
