
Hay dolores que nos hacen gritar, golpear, gemir o retorcer. Y que se expresan abiertamente sin condiciones, ni restricciones. Sin importar opiniones, criticas o consejos. Ya que solamente queremos erradicarlos de nuestros cuerpos. Pero también hay dolores que se sufren en silencio, porque se rompió el lazo de amor, que físicamente nos mantenía unidos en un mundo personal casi perfecto.
